Siendo territorios vecinos, Estonia y Rusia no han carecido de algunos conflictos entre sí, en especial por el retraso de ratificación con respecto a su acuerdo fronterizo.
Existe un lugar en la primera nación, conocido como la “bota de Saatse”, que así como se ha vuelto la atracción principal para cientos de turistas, a sus lugareños les ha dado múltiples dolores de cabeza.
Situada en la elongación de la carretera Värska-Saatse, la bota cruza por el territorio ruso de manera irremediable, pero no es eso por lo que se ha vuelto tan célebre; sino por el número de estonios y turistas que han ido a parar detenidos a los puestos de control, o en el peor de los casos, a Pskov, en Rusia.
A pesar de los numerosos carteles y advertencias que prohíben traspasar la bota, la tentación es irresistible para los turistas. Les encanta tomarse fotos al lado de los letreros en ruso, aprovechando que están a pocos pasos de un país diferente.
En el caso de los estonios, son más las veces que lo han hecho por accidente o bien, por atreverse a recoger algunos de los muchos champiñones que crecen en el suelo.
La única manera de pasar con autorización entre estos dos países, es a bordo de un transporte, ya sea coche, bicicleta, camión o incluso caballos o asnos. De lo contrario, los guardias fronterizos se encargan de levantar una infracción y los afectados pueden pasar una noche entera en la cárcel.
Los orígenes de la bota se remontan al ya desaparecido régimen soviético, cuando en este terreno se levantaba una granja que en lugar de depender de las poblaciones de Estonia, lo hacía de Rusia.
Hasta hoy nadie sabe el motivo, pero fue este lugar precisamente, el que dio origen a este complicado asunto entre fronteras.