Quejarse ya no solo de la delincuencia, sino de las autoridades, se ha convertido en el pan de cada día en nuestro país. Políticos y policías que no hacen nada, y criminales que parece que tienen impunidad, es la triste realidad de millones de mexicanos. Es por eso que el ejemplo de un pueblo tan pequeño como Cherán, es esperanzador y digno de admirarse.
Esta comunidad formada por gente purépecha, está situada dentro del estado de Michoacán, uno de los más azotados por la delincuencia y el narcotráfico. Aquí, los habitantes expulsaron a los malhechores, no hay policías y están prohibidos los partidos políticos.
Por increíble que parezca, la situación comenzó el 15 de abril del 2001, con el levantamiento de Cherán.
Hartos de la corrupción de sus gobernantes y de los carteles, que también talaban los bosques indiscriminadamente para lucrar con la madera; los lugareños se organizaron y bloquearon los camiones que transportaban troncos recién talados, tomando como rehenes a algunos hombres a bordo.
El alcalde y los policías del municipio llegaron para remediar la situación sin mucho éxito. Todos estaban furiosos y los jóvenes estaban armados con machetes.
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Cuando dos de los rehenes resultaron heridos, tan ellos como las autoridades tuvieron que rendirse y aceptar la expulsión de la comunidad. A partir de entonces, esta población de 20,000 habitantes comenzó su independencia.
Cherán se las ha arreglado bastante bien, gracias a los puestos de control que protegen al pueblo a partir de la carretera. Estos están conformados por hombres y mujeres armados, cuyos puestos son rotativos y que se encargan a preguntar a cada persona que entra al poblado, de donde viene y hacia donde va.
Se ha eliminado la delincuencia y quienes cometen delitos menores, son sancionados con trabajo comunitario y horas de detención en la cárcel.