Años después de la primera transmisión de “El Chavo del 8”, todavía seguimos recordando este programa con cariño y muchos de sus chistes aún nos hacen reír. Pero como en toda emisión de culto, está también tiene varias incógnitas que nos siguen intrigando. Muchas de ellas fueron reveladas en un libro escrito por el propio Roberto Gómez Bolaños, “El diario del Chavo”, donde entre otras cosas, se cuenta que ocurría con su padre.
De acuerdo con el creador de la serie, el Chavo nunca llegó a conocer a su progenitor, aunque sí a su madre, quien tenía que trabajar para mantenerlo. Por eso siempre lo dejaba en una guardería antes de marcharse a su empleo.
Pero un día la mujer no volvió a recogerlo de ahí, por lo cual enviaron al Chavo a un orfelinato.
“La encargada principal era la señora Martina, quien siempre estaba de mal humor y les pegaba a todos los niños”, se narra en el libro, “a mí una vez me sacó sangre de la nariz y luego se enojó porque me manché la ropa de sangre”.
De ahí se escapó para llegar a la famosa vecindad donde una anciana lo acogió. Esta viejita vivía en el departamento del 8.
“… le temblaban mucho las manos”, cuenta el Chavo de ella en su autobiografía, “siempre decía: ‘Dios tendrá que hacerme el milagro de que alguna vez me dejen de temblar las manos’. Una vez llegué a la casa y me di cuenta que ya no le temblaban las manos; y ella toda estaba quietecita, quietecita. Creo que la enterraron al día siguiente”.
Otras incógnitas que supuestamente se revelan en el famoso libro, son porque el Chavo siempre se escondía en un barril, cual es la razón de su amor por las tortas de jamón y su nombre real.