Una de las cosas que han vuelto más famoso al país de Costa Rica, es la presencia de unas extrañas y enormes piedras que tienen la forma perfecta de una esfera.
Dichas rocas han sido un misterio desde siempre, pues se desconoce tanto su origen como la razón de que mantengan esa forma tan bien definida, ya que tienen un tamaño considerable (entre 0,7 y 2,57 metros de diámetro) y se encuentran distribuidas por diferentes zonas del territorio costarricense.
Muchas son las teorías que se han elucubrado para tratar de explicar su presencia pero recientemente, la que más ruido está causando es la que afirma que las mismas podrían ser auténticos vestigios de la Atlántida.
Ivar Zapp y George Erikson son los investigadores que se encuentran detrás de esta hipótesis. En su publicación, La Atlántida en América, sugieren que estas piedras esféricas podrían haber sido un útil instrumento de navegación dentro de la Antigua Civilización, gracias a los cuales los marinos podían trazar sus rutas en océano.
Esto también valdría como explicación para tantos otros lugares megalíticos, como las pirámides de Egipto, la Isla de Pascua y las piedras de Stonehenge en Inglaterra.
Suposiciones más descabelladas proponen la intervención de seres extraterrestres, que las habrían colocado en lugares estratégicos; esto basado en el hecho de que el material del que están hechas (andesita, granito y roca sedimentaria), en realidad no puede encontrarse en el delta de Diquís.
Incluso el grupo étnico bribri, oriundo de Costa Rica, se basa en la mitología de su cultura para atribuir las esferas al dios del trueno Tara, que las lanzaba provocando vientos y huracanes.
¿Cuál de estas teorías se acerca más a la verdad? Puede que nos lleve mucho tiempo descubrirlo pero por hoy, está claro que estas enormes esferas seguirán despertando la curiosidad de propios y extranjeros.