Todos conocemos el desafortunado destino que la ciudad japonesa de Hiroshima, junto con la de Nagasaki, tuvo durante la recta final de la Segunda Guerra Mundial. Aún hoy en día recordamos con respeto y tristeza, a las miles de personas que murieron por la descarga de la bomba atómica más mortífera hasta ahora. Es por eso que la historia de este árbol tan peculiar, no deja de ser un milagro.
Los bonsáis son árboles muy apreciados en Japón y conocidos por sus delicados cuidados. Hacer que crezcan saludables es todo un arte, que no todos llegan a cultivar con éxito. Sin embargo, este bonsái ha sabido resistir los embates de la guerra y el tiempo, pues tiene casi 400 años en pie.
Plantado en 1625, acaba de cumplir 391 años de edad y sigue tan fresco como desde el primer día.
Hasta hace algunas décadas le pertenecía a la familia Yamaki, la cual residía a dos millas del punto en donde soltaron la bomba de Hiroshima. Perecieron en el incidente 140,000 habitantes pero curiosamente, tanto el árbol como los Yamaki quedaron prácticamente ilesos.
Cuando evacuaron la zona tuvieron que dejar atrás el bonsái, que no dejó de florecer en los años siguientes. Ahora es un orgullo no solo para los descendientes de la familia a la que perteneció, sino para todas las personas que creen en el pacifismo.
En 1976, el experto en cuidado de bonsáis Masaru Yamaki, lo obsequió a los Estados Unidos, de modo que fue replantado en el National Arboretum de Washington. En el 2001, los nietos de Yamaki viajaron para visitarlo y el personal del lugar se quedó muy sorprendido, una vez que ellos les hubieran explicado la historia oculta detrás de él.
Hoy, continúa siendo uno de los árboles más importantes de la colección del lugar.
Muy irónico que lo hayan regalado a los Estados Unidos.