Un personaje que ha pasado desapercibido a lo largo de la historia de México, es Gonzalo Guerrero, conquistador que llegó desde España en una expedición marítima que tenía como destino Cuba; específicamente una región bautizada como “La Española”. Es a él a quien se le dio el nombre de “padre del mestizaje”, debido al importante papel que jugaría en posteriores batallas.
En cuanto el barco en el que viajaba hubo zarpado de Panamá, terminó naufragando en las costas yucatecas, cerca del pueblo cocome. De los dieciocho tripulantes que se encontraban el interior, a dieciocho se les dio muerte.
Gonzalo Guerrero fue el único superviviente junto al religioso Jerónimo de Aguilar, un privilegio que poco les sirvió cuando fueron llevados ante el cacique de Xamancaan.
Ambos fueron tenidos en calidad de esclavos, aunque se les dio la oportunidad de integrarse a la cultura maya. Naturalmente, el padre rechazó las costumbres y la religión del lugar; pero Guerrero rápidamente se vio adaptándose a vivir entre los indígenas, abrazando sus tradiciones y convirtiéndose en parte importante de la comunidad. Tanto fue así que pronto, ascendió de su puesto de esclavitud a ocupar lugar como uno de los más importantes militares.
Gracias a él, las batallas que libró el pueblo maya resultaron en victoria absoluta. Por su fidelidad le concedieron la mano de la princesa Zazil Ha, con quien tuvo tres hijos. Los primeros mestizos.
Ocho años después, Hernán Cortés arribó a la península de Yucatán y grande fue su sorpresa al enterarse de que había españoles capturados por los mayas.
Rápidamente envió misivas para ofrecerse a efectuar un rescate, mismas que fray Jerónimo recibió con gran alegría. No así Guerrero, quien le escribió una respuesta en la que declinaba de todo intento de ser rescatado.
Tiempo después, moriría en una de las batallas con los conquistadores.