Solemos advertir a los niños en contra de los desconocidos y los peligros que acechan fuera del hogar, pero pocas veces nos ponemos a reflexionar que, en ocasiones, las peores amenazas están en nuestra propia casa.
Así lo refleja la historia de Susan, una madre de Denver que pasó por la peor experiencia.
Susan tiene una hija de 16 años y cuenta que se separó de su padre, pues las cosas no iban bien entre ambos. Poco después volvió a casarse con un hombre que a su vez, tenía dos niñas de edades no muy diferentes a la de la suya. Al susodicho lo había conocido hace veinte años y al reencontrarlo, supo que había trabajado como oficial. Era detallista, cariñoso, responsable y con gran apego hacia la familia.
Parecía que todo sería perfecto con su nueva familia.
Tras un año de estar viviendo juntos, Susan se enteró por las autoridades de que su esposo había estado abusando de su hija bajo su propio techo. No le cupo la menor duda cuando un estudio de ADN, reveló el daño que el pervertido le había causado a la adolescente.
Como era de esperarse, ella se divorció al instante y el criminal fue sentenciado a 10 años de prisión.
“Aunque eso para mí, no es nada a comparación del daño irreparable que le provocó a mi niña”, escribió ella al compartir su triste historia. Tampoco se quedó callada ante la madre de las hijas de su ex esposo, a quien advirtió sobre la situación.
Lo que más le duele, es haber expuesto ella misma a su hija.
Hay que tener mucho cuidado con las personas que metemos a casa, amigos y hasta familiares. Pues desgraciadamente, las estadísticas comprueban que la mayoría de los abusos perpetrados sobre menores de edad, provienen no de los desconocidos, sino de personas en las que confiamos.