La isla de Henderson es una delta ubicada en el Pacífico Sur y se encuentra aproximadamente a medio camino entre Nueva Zelanda y Chile, dentro del territorio de ultramar perteneciente a Gran Bretaña. Es una de las islas que conforman las Islas Pitcairn. Fue descubierta en el año 1606 por el explorador de Portugal, Pedro Fernández de Queirós y en ese entonces, era un lugar hermoso y digno de ser admirado.
Tristemente, hoy se ha vuelto famosa, no por sus paisajes naturales, sino por las interminables cantidades de basura que llegan hasta ella, arrastradas por las corrientes marinas. A diario recibe nada menos que 3,570 kilos de restos desechables que incluyen todo tipo de objetos: bolsas, cepillos de dientes, plásticos, envases, redes de pesca… la lista es interminable.
Aunque se halla considerada como Patrimonio de la Humanidad, nadie ha podido hacer nada para impedir que sus niveles de contaminación se sigan disparando. Efe Jennifer Lavers, ecologista de origen británico que trabaja en el Instituto de Estudios Marinos y Antárticos de la Universidad de Tasmania, estimó que hay más de 600 deshechos por metro cuadrado en Henderson.
La mayoría de ellos provienen de Estados Unidos, Japón y China, aunque hay varios que flotan desde algunas naciones latinoamericanas como Ecuador y Perú, y otras del continente europeo como Alemania, Reino Unido o España.
De acuerdo con Levers, la influencia del calentamiento global y la industrialización de materiales no reciclables, provocarán grandes transformaciones en las corrientes del mar, al grado de modificar su dirección, velocidad y profundidad, afectando a muchas especies que de por sí, están muriendo por comer plástico y basura.
Este tipo de material libera toxinas que no solo es perjudicial para peces y aves. Los mismos pueden afectar a las personas que lleguen a comer carne de animales marinos.
Levers y otros expertos han hecho un llamado a los gobiernos del mundo para que regulen la producción de basura en sus respectivos países, pues el tiempo se está agotando.