Por más de 5,000 años, los árabes fueron conocidos por ser habilidosos comerciantes de todo tipo de mercancías exóticas. Pero una de las más valiosas para ellos, consistía en dos fragancias costosísimas: el incienso y la mirra.
Ambas te parecerán muy familiares, si conoces la historia cristiana del nacimiento de Jesús. Aunque lo cierto es que estos ingredientes han tenido un gran simbolismo en varias culturas, que incluyen la de los romanos, los griegos, los egipcios e israelitas, entre otros grupos.
Tanto una como otra solo pueden ser obtenidas de unos árboles especiales, que crecen a lo largo de la Península Arábiga. Desde hace mucho tiempo, los efluvios son transportados desde Sinaí hasta Egipto, en una trayectoria conocida como “la ruta del incienso”.
Wadi Dawkah es la zona por excelencia para obtener este ingrediente, que es utilizado tanto en ceremonias especiales como en actividades recreativas.
Y es que además de sus propiedades aromáticas, tiene un montón de usos cotidianos; siendo el más común el de alejar insectos voladores, y varias maneras de aplicarse para aliviar algunas dolencias, como las úlceras, la fiebre, hipertensión, dolor de pecho; e incluso sirve muy bien en la recuperación de las madres que acaban de dar a luz.
El mencionado valle, situado en Omán, es un área desértica en la que crecen unos 5,000 árboles de este tipo. Entre ellos, se estima que el más antiguo contará con unos 200 años de edad. Las tribus locales drenan la savia y la aprovechan para hacer todo tipo de productos.
Cabe mencionar que Wadi Dawkah es considerado como patrimonio mundial por la UNESCO, al lado de los asentamientos abandonados de Khor Rori y Al-Baleed, y de las ruinas del oasis de la caravana Shisr. Este alto en el camino en la Ruta del Incienso se considera una tierra de misterios y ha sido llamada por esta organización “La tierra de los sitios de incienso”.