A lo largo de los siglos, algunos pensadores como Aristóteles llegaron a afirmar que toda la materia existente se había creado a base de los cuatro elementos: Agua, Tierra, Aire y Fuego. Así, incluso nosotros podemos estar ligados a uno de ellos, sin siquiera sospecharlo.
¿Quieres averiguar cuál es el elemento que te pertenece a ti? Solo fíjate en tus manos y encontrarás la respuesta.
Manos de Aire. Se caracterizan por ser delgadas y alargadas, con la palma de la mano prolongada, las articulaciones bien definidas y los dedos esbeltos. Son muy hermosas y elegantes, aunque quienes las poseen pueden ser algo fríos en su personalidad. Actúan, piensan y se mueven con rapidez, asimilando grandes cantidades de información con facilidad.
Manos de Fuego. Son de palmas gruesas y dedos cortos, con articulaciones anchas. La gente con este tipo de manos suele ser muy obstinada y apasionada en lo que hace, aunque así de pronto como pueden entusiasmarse con una idea, también tienden a olvidarla. Sin embargo, no se andan con rodeos a la hora de tomar decisiones importantes.
Manos de Agua. Muy parecidas a las manos de aire, se destacan por ser largas y delicadas, con las palmas redondeadas y dedos sonrosados. No obstante son más propensas a la humedad, sudando con frecuencia. Quienes poseen esta clase de manos son muy emocionales, tienen un corazón de oro y se preocupan por los demás; a veces a tal grado de olvidarse de ellos mismos.
Manos de Tierra. Sus palmas son grandes y gruesas, con dedos ni demasiado cortos ni largos, gordos o delgados. Siempre están en demasía. Caracterizan a la gente más sabia, que sabe lo que quiere y no teme esforzarse para conseguirlo. Nunca dejan nada empezado y son excelentes efectuando trabajos manuales, además de ser materialistas y poco emocionales.