Ser piloto no es un trabajo sencillo, comenzando por el hecho de que todos los días cientos de personas ponen sus vidas en las manos de estos hombres y mujeres que pilotan los aviones a otra parte del mundo. Pero en esta ocasión no hablaremos de la habilidad de estas personas, sino de la historia que Chad, un piloto, compartió en las redes sociales:
“Algunas ocasiones, los regalos más importantes y detallistas son involuntarios. Abordé el avión para revisar que todo estuviera bien con los mecanismos en la fase de preparación para mi último vuelo del día, un vuelo de Atlanta a Macon. Eran las 7:30 pm de la víspera de Navidad, pero en lugar de estar clavando un tenedor en un pavo de mi mamá, estaba muy ocupado trabajando para reunir a otras personas con sus familiares”, comentó Chad.
“Más allá de los murmullos de todos los pasajeros, escuché un susurro detrás de mí. Mire de reojo. En la puerta de la cabina había un niño de unos nueve años, con una expresión bastante natural, mirando fijamente el tablero y los controles. Cuando lo vi, se dio media vuelta y comenzaba a irse cuando le dije “Espera, ven aquí” para que se acercara y viera mejor”, continuó.
Chad se presentó con el pequeño y le empezó a mostrar la cabina del avión y los distintos controles que se usan para volarlo. El Piloto llego y saludo a Chad y a Sam, quien acababa de presentarse con el piloto y el copiloto (Chad).
Sam les contó que venía volando con su familia desde Memphis y se mostraba fascinado con todo lo que los pilotos le estaban mostrando. Incluso lo dejaron presionar algunos botones, como el botón que sirve para encender el motor. Sam estaba muy feliz por haber encendido el motor del avión, incluso parecía que iba a llorar.
Luego Sam regresó a su asiento y el vuelo se hizo sin problemas, llegaron a Macon a los 30 minutos.
Al otro día los pilotos regresaron al aeropuerto para volar y alguien les dio una pequeña caja que la madre de un niño había dejado. Era una cajeta de galletas caseras. Las empezaron a comer y notaron que la caja tenía pegada una nota, la cual decía:
“Estimados señores
Gracias por dejar que mi hijo Sam viera cómo trabajan. Tiene cáncer y no ha estado en casa desde que empezó su tratamiento. Lo llevamos en coche al hospital, pero como le encantan los aviones decidimos volar a casa.
Su médico nos dijo que le quedan unos cuantos meses de vida. Sam siempre ha soñado con ser un piloto. El vuelo que tomamos con ustedes fue muy emocionante para él. Ustedes dos caballeros le dieron el mejor regalo de navidad que jamás haya recibido. Durante algunos minutos su sueño se hizo realidad gracias a ustedes”.