Hay muchas historias de padres y madres que abandonan a sus hijos.
Aunque es más común que sea el hombre quien escape de la responsabilidad que un bebé supone, sobre todo cuando no se sentía listo en aquel momento de su vida y, por una u otra razón, decide ser un cobarde y abandonar a su nueva familia.
Sin embargo, hay personas que tienen la fuerza suficiente para perdonar de verdad, perdonar desde el corazón. Claro, muchas personas dicen “te perdono” sin sentirlo, pero lo que nos enseña la siguiente carta te dejará sin palabras:
“Mi hija no ha visto a su padre desde que tenía 4 años, cuando su padre decidió abandonarnos. A los pocos días de abandonarnos, él me pidió que quería renunciar a sus derechos de padre para dejar de pagar manutención y sin más, yo acepte, lo último que quería era que mi hija sufriera por culpa de un padre ausente y que no la quería, además, él no quería tener ningún tipo de responsabilidad con ella y yo pensé en no forzarlo. Decidí que nunca le mentiría sobre él.
Conforme mi hija fue creciendo fue sintiendo la necesidad de estar con su padre. Todas las dudas e inquietudes que tenía las respondía de la mejor forma posible de acuerdo a su edad, para no herirla y no decepcionarla aún más.
Hace tiempo, de forma inesperada él me contactó, estaba arrepentido y pidió mi ayuda ya que quería recuperar el tiempo que había perdido con nuestra hija luego de que fue diagnosticado con cáncer y no le quedaba mucho tiempo de vida, según lo que él me dijo.
Acepte su plan, después de todo era su padre así que acudimos al parque en donde habíamos quedado de vernos, me pidió dos horas con ella, pero finalmente solo estuvo 20 minutos a su lado.
Luego de ese día no volvimos a saber nada de él hasta hace unas semanas en que nos encontramos con unos amigos de él, quienes hicieron el comentario de que mi hija tenía cierto parecido con los hijos que él tenía. Continuaron diciendo que finalmente se había establecido, que estaba casado y que había formado una familia.
Logré contener las lágrimas, no se precisamente cuál fue el sentimiento, pero sin pensarlo me despedí y me llevé a mi hija lejos de ahí. Ella estaba sonriendo, me miro y me dijo –Mamá, estoy feliz por él y sus hijos porque finalmente aprendió a ser un buen padre, deseo que sea feliz, eso sería algo muy bueno.
Sus palabras me regresaron el alma al cuerpo y entonces mi pequeña de once años me dio una gran lección: perdonar de corazón”, concluyo la carta.