La cultura prehispánica, si bien ha pasado prácticamente a la historia, nos ha dejado varias tradiciones que residen sobretodo en los pueblos indígenas actuales. Uno de los más interesantes es el juego de pelota, mismo que data aproximadamente de 3500 años y que en tiempos antiguos, era considerado un auténtico deporte en la sociedad de Mesoamérica.
El estudio y descubrimiento del juego se dio a partir del descubrimiento de más de 2000 canchas, extendidas sobre todo por el suroeste de El Salvador y Estados Unidos. Estas zonas, consideradas como auténticas joyas geológicas, dicen mucho de etnias como lo eran la de los olmecas, los zapotecas, los toltecas, los teotihuacanos y los aztecas.
El juego de pelota estaba basado en conceptos sociopolíticos y religiosos de la época, puesto que sus canchas y movimientos obedecían a funciones y significados muy arraigados en la sociedad de antaño: en él, tomaban parte las creencias de su gente como el acceso al inframundo, los rituales para volver fértil la tierra, la posición de los cuerpos celestes en el cielo, el culto a la guerra y los sacrificios humanos, que también era una constante en varias culturas mesoamericanas.
Durante la conquista, los españoles pudieron darse cuenta de que la actividad obedecía a mucho más que a fines recreativos, pues cada partido era de hecho, un acontecimiento social y político importante.
Fue por tal razón que una de las funciones de la Evangelización fue suprimirlo completamente de Mesoamérica. No obstante, una forma evolucionada del juego pudo abrirse paso a través de la influencia de España y es lo que hoy se conoce como Ulama, algo que pocos indígenas juegan en la actualidad.
El Ulama toma el concepto original de su antepasado y consiste en golpear con la cadera una pequeña pelota, a fin de pasarla por un aro.