Considerado uno de los días más sagrados del Cristianismo, el Viernes Santo se rememora que Jesús fue traicionado por Judas, condenado por Poncio Pilato y luego crucificado. El viernes santo los fieles católicos en todo México realizan procesiones durante la noche, ya que conmemoran este día.
Algunas personas vestidos se visten como penitentes enmascarados conocidos como «encruzados», otros devotos se azotan a sí mismos en un rito de flagelación que se entiende como un sacrificio, y para expiar los pecados.
La celebración también incluye una procesión de las imágenes de Cristo traídas de diversos barrios.
Las penitentes femeninas conocidas como «encorvadas» (las jorobadas) también participan en la procesión llevando crucifijos y arrastrando cadenas atadas a sus tobillos.
Los devotos son asistidos por grupos de hombres conocidos como padrinos, que proporcionaron agua o un alivio momentáneo durante su peregrinación, que pueden durar hasta ocho horas.
Algunos penitentes realizan este ritual para dar gracias a Dios por los favores concedidos, mientras que otros lo hacen como parte de una tradición familiar.
La Semana Santa – desde el domingo de Ramos hasta el Domingo de Pascua – se observa a lo largo de México. Sin embargo el fervor y el boato de San Miguel de Allende es de los más poderosos y hermoso.
La imagen del Señor de la Columna es llevada en procesión desde Atotonilco el domingo anterior al Domingo de Ramos, y visita las iglesias de San Miguel desede la iglesia de San Juan de Dios, donde la imagen se mantiene hasta el miércoles de la semana de Pascua, cuando es llevado de nuevo a Atotonilco.
El viernes antes de Semana Santa se dedica a la Virgen de los Dolores, con altares creados en los hogares, jardines y espacios públicos.
El Viernes Santo es especialmente doloroso. Por la mañana, la imagen del Señor de la Columna es llevada a la iglesia parroquial en la plaza, acompañado de gente de la ciudad vestida como discípulos de Jesús y centuriones romanos. Al mediodía, las imágenes de la Sagrada Familia, los discípulos, María Magdalena y San Juan Bautista se llevan por la ciudad en palanquines por fervientes creyentes. La población esta en su mayoría en silencio hasta el anochecer, cuando se llevan de nuevo las imágenes a través de las calles, esta vez envuelta en negro. Una multitud de dolientes silenciosos, vestidos de negro, acompañan a las estatuas con toques de tambor medidos que marcan el compás.