Si hay un personaje al que todos los mexicanos reconocen y que se ha vuelto parte de nuestra cultura popular, ese es el del enmascarado de plata, “El Santo”, como lo conocemos desde siempre. Peleando con científicos malvados, gánsteres, momias, vampiros, brujas y demás, él siempre se caracterizó por buscar la paz y la justicia, y también por su inconfundible vestimenta plateada.
El mito se forjó dentro del cine de oro mexicano y hoy, a cien años de surgimiento, seguimos recordándolo con entrañable admiración y cariño.
La figura de Santo surgió en el barrio bravo de Tepito, cuna de boxeadores y luchadores de gran renombre. Todo comenzó cuando en 1944, Rodolfo Guzmán Huerta se presentó en la Arena México, dándole vida a este singular personaje como consejo de su entrenador Jesús Lomelí, quien tenía la intención de formar un equipo de luchadores en el que todos se pusieran máscaras plateadas.
Ese fue tan solo el comienzo de su fama, que se fue incrementando exponencialmente hasta el punto de tener su propia historieta, que fue un tributo del dibujante José Guadalupe Cruz. De la misma se llegó a vender un millón de ejemplares en todo el país, consagrando al Santo como un auténtico superhéroe mexicano.
En 1958, El Santo llegó al cine con las películas Santo contra el cerebro del malo y Santo contra hombres infernales, mismas que fueron rodadas en Cuba por los hermanos Rodríguez. No obstante, pese a su bajo presupuesto no alcanzaron el éxito que se esperaba.
La verdadera popularidad del personaje no se dio sino hasta 1961, al estrenarse la cinta Santo contra los zombies. A partir de entonces, al luchador se le haría costumbre pelear contra todo tipo de criaturas sobrenaturales.
En la década de los 70 su fama descendió, sin embargo aún hoy es considerado una leyenda.