La actriz de origen mexicana Kate del Castillo, finalmente, habló largo y tendido sobre la reunión de Sean Penn y sobre ella, con el entonces fugitivo Joaquín «El Chapo» Guzmán, afirmando que las partes que se han hablado del encuentro con Penn no son ciertas.
En un artículo en The New Yorker del Castillo expresa frustración por desconocer que Penn estaba preparando un artículo para la revista Rolling Stone, ella dice que no se enteró hasta que Penn y ella estaban en presencia del señor de la droga.
Penn escribió que el grupo que viajó para reunirse con Guzmán – mientras él estaba en fuga – se detuvo en un puesto de control militar, en ese puesto los soldados reconocieron a el hijo de Guzmán, Alfredo Guzmán, que viajaba con el grupo.
Del Castillo mantiene, que eso no se produjo, no pasaron por ningún puesto de control militar. El artículo de The New Yorker, por Robert Draper, dice que dos productores que viajaron con Del Castillo y Penn tampoco recuerdan el puesto de control militar.
Del Castillo también dijo que, si bien Penn le dijo que la intención del viaje era una tarea periodística, ella se sorprendió cuando le dijo a El Chapo se su historia seria publicada en Rolling Stone.
«Desde nuestro primer encuentro, discutí con Kate del Castillo mi intención de entrevistar a Joaquín Guzmán por un artículo en el marco de la reunión que se hizo. Hemos discutido de nuevo durante el vuelo y el viaje a México con nuestros socios», dijo Penn en un comunicado , según The New Yorker.
Del Castillo dice que viajó para reunirse con Guzmán porque había firmado los derechos de la historia de su vida a ella para crear algún tipo de película, miniserie o documental sobre él.
«Tal vez pensó que podía entender su mundo, en cierto modo,» dijo Del Castillo a The New Yorker.
Meses después de que los actores y productores se reunieron con Guzmán, fue recapturado por las tropas mexicanas.
Las autoridades mexicanas dijeron que la comunicación de Guzmán con actores y productores les ayudaron a concretar su paradero. «Me quería morir», dice del Castillo.
En medio de la investigación actual, del Castillo prefiere mantener un perfil bajo en su residencia en California. Ella dijo que aún planea llevar a cabo la realización de una película sobre El Chapo.
Además de la entrevista con The New Yorker. La actriz ha publicado una nota en la que desgrana todos los puntos de esta historia, la puedes leer a continuación:
Deseo señalar que a lo largo de este artículo describo cómo empezó el proyecto para documentar la vida de Joaquín Guzmán Loera. Quiero aclarar que cuando hago referencia a “el proyecto” o “nuestro proyecto” me refiero al proyecto que dirigiría, realizaría y ejecutaría únicamente yo junto con dos productores de Hollywood.
Nací en la Ciudad de México. Mi madre es mexicana. Su padre también lo era, de Silao, Guanajuato, y su mamá era estadunidense nacida en El Paso, Texas. De esas raíces anglosajonas viene mi nombre: Kate. Mi papá es mexicano, nacido en Celaya, Guanajuato. Me hice actriz a temprana edad. Es por eso que no pude decir “No”. Es por eso que decidí contestar un email y decir “Acepto”.
Desde hace algunos años convive otra pasión junto a mi gusto por el cine y la actuación. Por primera vez en mi vida me embarqué en algo diferente: tequila. No sólo me gusta tomarlo, me apasiona el agave que viene de la tierra.
Hay ciertas vacaciones que a uno lo hacen reflexionar. Me sucedió después de un crucero con mi familia.
En esta ocasión iba toda mi familia. Recibiría 2012 con ellos, llena de amor, amor del verdadero, del real. De regreso a mi casa, sola y muy feliz de volver a la quietud –era un lunes en la noche–, quise recopilar todas las anotaciones que había ido dejando en cuadernos y notas: reflexiones, canciones y pensamientos escritos en los últimos años; reflexiones de cómo he cambiado mi forma de pensar a través de los 14 años que he vivido en Estados Unidos, una manera de conocerme más, lejos de mi familia, amigos y costumbres –muy arraigadas por cierto–, lejos de mi país. Preguntas sin respuesta acerca de la nación tan maravillosa que me vio nacer y donde hice una carrera: México lindo y querido. ¿Qué puedo hacer para ayudar? ¿Dónde hemos fallado como mexicanos? Lo más fácil es echar la culpa a los gobernantes, pero el cambio también empieza en uno mismo.
Me pregunto acerca de la gran diferencia entre la sociedad mexicana y la estadunidense, y también en lo que nos une: el crimen organizado. Lo hice. Sin haber transferido todo lo que encontré, hice un pequeño resumen y, ¡zas!…, lo tuitée. Me terminé mi copa de vino. Era alrededor de la media noche, cerré la computadora y me fui a dormir sin saber lo que se avecinaba. Sin poder imaginar que, aparentemente, Joaquín Guzmán Loera lee Twitter en su “tiempo libre” y me contactaría casi tres años después.
Yo he interpretado un poco de todo, pero una caracterización se quedó en la mente de mucha gente y me atrevo a decir que aún está ahí, debido al gran éxito que tuvo alrededor del mundo. Este personaje sigue en mi corazón, igual que un par que no ha corrido con la misma suerte. Se trata de Teresa Mendoza La Mexicana, mejor conocida como La Reina del Sur –surgida de un bestseller del mismo nombre escrito hace más de una década por el español Arturo Pérez-Reverte.
Me pregunto si mi tuit habría tenido el mismo impacto si no hubiera interpretado a Teresa Mendoza. O, si no hubiera tenido el éxito que tuvo la serie, ¿se me habría atacado/aplaudido de la misma manera?
Lo que sucedió al día siguiente de mandar ese tuit y durante algunos meses más fue entre desastroso, vulgar y maravilloso. En medio de este caos, mi equipo (manager, agente, publicista) me pidió que borrara el mensaje. Me rehusé.
Muchos dijeron que “me creía” La Reina del Sur y que por eso escribí ese tuit. Nunca “me he creído” mis personajes después de enterrarlos. Mis personajes se quedan en el set, pero entiendo que no todos los actores trabajamos igual. La serie estaba teniendo un éxito rotundo y por eso comprendí que así lo visualizaran algunos.
Los ataques, amenazas y gritos no se hicieron esperar y contribuyeron a mi inestabilidad emocional en las semanas siguientes a mi tuit.
Estaba sola luchando contra los demonios, mi propio equipo y hasta algunas amistades. Pero no lo borré. Mi equipo me exigía que pidiera disculpas públicas. Me volví a rehusar. ¿Por qué disculparme? ¿Qué pasa con la libertad de expresión? Sería autocensurarme. Algo me decía que tenía que mantenerme fuerte y leal a mi pensar.
El acercamiento
Ya habían pasado tres años del famoso tuit. Estaba grabando en Miami Dueños del Paraíso –irónicamente otra narcoserie, nombre que ahora se da a las series y telenovelas cuando sus protagonistas se dedican al narcotráfico, ya sean personajes reales o ficticios–. Recibí una llamada de mi santa madre diciéndome que me estaban buscando para una película grande. ¡Si ella tan sólo hubiera sabido de quién se trataba en realidad! Como siempre, me preguntó si podía dar mi dirección de correo electrónico. Cuando me buscan por medio de mis padres prefiero tratar directamente antes de que contacten a mi manager, así que di la autorización.
El correo electrónico que recibí no decía mucho: una persona se presentaba y me pedía una cita para hablar del proyecto. Le contesté que el domingo era mi único día libre y que con gusto nos podríamos ver para tomar un café. Me respondió que ni él ni su equipo podían viajar a Miami y me pidió que yo fuera a México. Después de un intercambio de correos explicándole que no podía viajar por el momento, terminé pidiéndole que me mandara el guion para que ni ellos ni yo perdiéramos tiempo. La verdad estaba un poco desesperada por la hermética forma de tratar el asunto.
Después de aproximadamente tres semanas me llegó un nuevo mail. Ahí se leía: “Somos los abogados de Joaquín Guzmán Loera”.
Entendí todo. Mi cabeza se fue rápidamente a las “fantasías” de periodistas que, años antes, me preguntaban si El Chapo Guzmán me había contactado a raíz de mi tuit, algo que en su momento me causaba gracia. Mi corazón se paró por unos segundos antes de empezar a latir a una velocidad increíble. Creo que de hecho tuve un miniinfarto. Empecé a sudar, palidecí, mis manos temblaban.
Joaquín Guzmán Loera fue arrestado el 22 de febrero de 2014, y el correo electrónico de su abogado fue en septiembre del mismo año. No recuerdo el día. “Si no pueden venir, entiendo, yo voy. ¿Cuándo?”, les dije.
La única manera de que yo no faltara a la grabación de la serie era ir y venir el mismo día. Los vuelos al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México no eran opción. Así que renté un avión privado. Como buena escorpión prefiero tener las cosas bajo mi control.
Esa jornada, recuerdo, me desperté a las 6 de la mañana, pues había programado el vuelo a las ocho, rumbo a Toluca, Estado de México. Al llegar al hangar, sentí la necesidad de decirle a alguien que tomaría un vuelo. Me pregunté: “¿Qué tal si algo me pasa? Nadie va a saber”. Antes de viajar siempre le llamo a mis padres, pero tampoco era una opción.
Tomé una foto de la cola del avión y se la mandé a Jessica, mi amiga casi hermana. Estaba segura que ella no me haría preguntas: “Amiga, asegúrate que yo regrese hoy mismo, si no, busca este avión, sin preguntas, por favor, no te preocupes”, a lo que contestó: “Estaré pendiente, que Dios te acompañe”.
El vuelo fue bueno, la turbulencia… estaba en mi cabeza. Al llegar al aeropuerto internacional de Toluca me aseguré con los pilotos de que regresaríamos esa misma tarde a Miami. Bajé del avión, era aproximadamente la una de la tarde.
Al pisar suelo mexicano sentí algo poco común en mí: una especie de escalofrío que me hizo temblar. Al entrar al edificio de la terminal para pasar migración, me tomé un par de fotos con los empleados que me reconocieron.
Me detuve al ver a dos hombres vestidos de traje obscuro. Supe que eran ellos, porque inmediatamente me dieron la bienvenida con un gesto. En la película que me había hecho en la cabeza, un convoy de camionetas blindadas con un escuadrón de hombres armados venía por mí. Nada que ver.
Me preguntaron en qué restaurante quería comer. “En el más cercano, unos tacos me hacen feliz”, les dije. “De ninguna manera”, y aunque estábamos en Toluca afirmaron: “El señor nos encargó que la lleváramos al mejor restaurante de la Ciudad de México, si se entera que la llevamos a unos tacos, nos mata”… Dios mío, dios mío, ¡¡¡DIOS MÍO!!!
En realidad fue una broma de muy mal gusto de mi parte.
La propuesta
La plática fue muy directa. Mi boca estaba seca, pero me parecía que podría malinterpretarse si no ordenaba algo de comer, así que pedí algo ligero. Ellos me explicaron que el Sr. Guzmán había recibido varias ofertas de estudios de Hollywood para hacer la historia de su vida. Estando preso, era un sujeto ideal para “contar” su historia, sería el único narcotraficante (y el número uno, según la DEA) que en vida lo haría.
El Sr. Guzmán se rehusó a darle los derechos a todos… excepto a mí. ¡¿A mí?! Darme los derechos de su vida… ¡¿A MÍ?! “¿Por qué yo?”, les pregunté. “Porque la admira, la respeta y confía en usted plenamente. Él lo menciona, porque es valiente y porque quiere que actúe en su película, ya que le gustó mucho su trabajo en La Reina del Sur”.
Lo primero que respondí –después de procesar lo recién escuchado– fue que yo tenía un nombre, una carrera y una hermosa familia, la cual no estaba dispuesta a perder haciendo una comedia romántica acerca del Sr. Guzmán. Lo que yo quería era documentar la vida del hombre a quien la nación más poderosa del mundo había nombrado enemigo número uno. Quería hacer algo que nadie hasta esa fecha había logrado, no por falta de ganas, sino por el hermetismo y desconfianza que, por mí, Guzmán Loera dejó atrás. Les dije que no podría decir mentiras acerca de quién es él, que esto era algo vital para poder seguir adelante. Ellos me respondieron: “Quiere decir la VERDAD, dejar las cosas claras acerca de muchos falsos, quiere hablar de su infancia y del porqué empezó en el negocio”. Agregaron que mi tuit, donde le pedía varias cosas, lo hizo pensar. Acepté. Me hicieron muchas preguntas acerca del mundo del cine, estaban muy interesados. Terminamos de comer, pidieron la cuenta y me llevaron de regreso al aeropuerto.
Una vez que me dejaron ahí, y ya mucho más relajada al ver que se despedían de mí diciéndome adiós con la mano mientras yo cruzaba la pista para subirme al avión, pude sentir que la garganta se me abría, la taquicardia ya no me acompañaba. Abracé a los pilotos, y han de haber pensado que las mexicanas somos muy apasionadas.
El señor Guzmán estaba dispuesto a darme el testimonio de su vida a mí, Kate del Castillo Negrete Trillo. Todo el vuelo me fui pensando en la gran responsabilidad que me había echado encima. Al llegar a Estados Unidos, subieron perros antidrogas al avión, me revisaron todo, y yo, “cara de palo”. ¡Estaba segura que mis nervios delatarían con quién estuve! Ya en mi departamento le mandé un mensaje a Jessica: “Ya en Miami, amiga, todo bien”.
Al día siguiente, en mi llamado para Dueños del Paraíso, irónicamente tenía que hacer una escena en la que mi personaje, Anastasia Cardona, traficaba droga a Estados Unidos. Nunca me sentí tan “en personaje”. No podía creer cómo la realidad y la ficción, a veces, no están tan lejanas.
En Miami conocí a uno de los dos productores que, por su experiencia en la industria de Hollywood, sería perfecto para presentarlo con los abogados del Sr. Joaquín Guzmán Loera e iniciar el proyecto.