Fue muy extraño para un operador de la famosa línea de emergencias 911, recibir una llamada de alguien que quería pedir una pizza. Al principio creyó que se trataba de una broma, sin embargo no era la primera vez que alguno de los operadores tenía que descifrar llamadas extrañas o encubiertas, debido al riesgo de quienes se encontraban al otro lado de la línea.
Con mucha curiosidad, Keith, quien ya no trabaja como operador en el 911 pero recuerda esta anécdota sorprendiéndose todavía, cuenta que decidió seguirle la corriente a la mujer que había llamado y sostuvieron la siguiente conversación.
—911, ¿en dónde se encuentra?
—En el 123 de Main Street.
—¿Qué es lo que ocurre?
—Me gustaría pedir una pizza.
—Señora, está hablando al 911, ¿es esto una broma?
—Sí, lo sé. ¿Puedo pedir una grande con pimientos y champiñones?
Al darse cuenta de la insistencia de la mujer, Keith supo inmediatamente que algo andaba mal, sobretodo cuando ella preguntó repetidas “cuanto tiempo se tardarían en llevar la pizza”. El motivo de su llamada era obvio: estaba con alguien y no podía hablar con claridad.
Rápidamente, el teleoperador confirmó su dirección y le mencionó que una patrulla estaría llegando en pocos minutos. Cuando le preguntó si podía permanecer en la línea con él, la mujer le dijo que no, le dio las gracias y colgó.
Ese mismo día, la policía irrumpió en la casa donde vivía junto a una pareja abusiva, que no la dejaba salir ni comunicarse. Solo le permitió tomar el teléfono para pedir algo de comida. El hombre la había estado golpeando ese mismo día y fue arrestado por violencia doméstica.
Keith menciona que aquella fue la llamada más extraña que le tocó atender mientras trabajaba para el 911, pero reconoce que la víctima fue muy valiente e ingeniosa.