La región de Potosí en Bolivia, es muy conocida por constituir uno de los centros de explotación minera más famosos en el país.
Si bien en años anteriores fue una generosa fuente de enriquecimiento por la extracción de sus metales, hoy en día es difícil que los trabajadores encuentren vetas de plata. Las minas han sido vaciadas casi por completo.
A pesar de todo, de vez en cuando hay quien todavía espera hallar algo que no sea estaño, por lo cual los mineros siguen desempeñando su oficio en el cerro de la mina de Pailaviri o Cerro Rico, el más alto del lugar.
Se ha formado en torno a la misma, toda una comunidad conformada por familias, cuyos hijos adoptan el mismo trabajo que sus padres apenas entrar en la adolescencia. Sus casas se han instalado aquí, tanto por comodidad como para protegerse en contra de robos. Los vecinos son muy unidos entre sí y a la fecha, han alcanzado una población de 145,000 habitantes.
Entre sus festividades más relevantes, se encuentran el carnaval del pueblo, en el cual los mineros se olvidan un día de sus responsabilidades y desfilan en medio de alegres caravanas. Ellos por su parte, profesan una leal adoración a “El Tío”, misterioso espíritu representado con cuernos al que se le hacen ofrendas, en aras de encontrar fortuna por medio de la recolección de minerales.
Y es que aquí, las cantidades de dinero ganadas por la actividad minera se estiman desde 140 dólares hasta 1,400; toda una fortuna para estos humildes bolivianos, aunque es difícil acumularla.
Pese a todo, el cerro de Pailaviri no es conocido como la montaña devora hombres en vano. Desgraciadamente, los altos niveles de minerales presentes en el polvo de las minas les conducen al padecimiento de silicosis, enfermedad respiratoria que disminuye su esperanza de vida hasta los 45 años.