Los colibríes son capaces de volar no sólo hacia delante incluso brevemente al revés. También pueden flotar durante períodos prolongados. Al oído el rápido aleteo de sus alas (alrededor de 80 veces por segundo) produce el zumbido característico que da origen a su nombre.
Como grupo, son los pájaros más conocidos. Ellos llevan vidas de alta presión, su corazón late más de 1200 veces por minuto cuando está activo. Para apoyar estos gastos extremos de energía, los colibríes comen la mitad de su propio peso en azúcar cada día, sus comidas frecuentes son néctar de las flores y pequeños insectos y ácaros. Para poner en perspectiva sus requerimientos alimenticios, un humano tendría que comer alrededor de 130 kg de carne de hamburguesa todos los días.
En circunstancias extremas, si los recursos son escasos, los colibríes entran en letargo durante un máximo de 14 horas para conservar sus últimas reservas restantes de energía.
No es sorprendente que los pájaros más pequeños del mundo pongan los huevos de pájaro más pequeños del mundo, de dos en dos, en un pequeño nido, bellamente construido de musgos, líquenes, telarañas y otros materiales, a menudo difíciles de distinguir entre las hojas o ramas que lo apoyan.
Cientos de especies
A nivel mundial, hay más de 320 especies diferentes de colibríes, ninguno se encuentran fuera de las Américas; muchos están confinados en los trópicos americanos.
En México existen 50 especies endémicas diferentes. Uno de los más destacados es el colibrí de garganta de rubí que se prepara para su viaje anual de 800 kilómetros sin escalas a través del Golfo de México.
Ideas prehispánico sobre los colibríes
En el códice Magliabecchiano (que data de mediados del siglo XVI y ahora en Florencia, Italia) un artista indio representa al dios Quetzalcóatl con un tocado de plumas. Los aztecas dedicaron uno de los edificios de su centro ceremonial de Tenochtitlan (el precursor de la Ciudad de México) a un colibrí. También creían que las almas de los guerreros muertos en batalla se convirtian en colibríes.
Al oeste del imperio azteca, los tarascos llamaron a su ciudad capital, Tzintzuntzan, traducido seria hogar del colibrí, una representación onomatopéyica del sonido de su llamada. Más macabra era la creencia de algunos habitantes prehispánicos que llevaban amuletos de colibríes disecados para mejorar la potencia sexual de quien lo portaba.