Un individuo se presenta ante el Departamento de Recursos Humanos de una empresa para pedir empleo. Luego de llenar los trámites correspondientes, el encargado le pide su correo electrónico para enviarle los últimos documentos. “No tengo computadora, ni e-mail”, responde el interesado, haciendo que el otro sujeto se sorprenda bastante.
“En ese caso, me temo que no podremos darle el puesto, ya que no podré ingresarlo en el sistema”, le responde y el hombre se retira de su oficina muy molesto.
Luego de estar pensando en su situación, decide sacar los únicos diez dólares con los que contaba y comprar cinco kilos de manzanas. Toca a la puerta de varias casas y los vende, uno por uno, hasta duplicar su inversión inicial.
Con esos veinte dólares repite al proceso, hasta que al terminar el día, se ve a sí mismo con más de cien dólares. A partir de entonces, la venta de manzanas se convierte en su gran negocio y con el tiempo prospera, hasta que es capaz de comprarse un camión para repartir la fruta.
Tiempo después inaugura su empresa y se convierte en el principal proveedor de varios supermercados, de los que luego es propietario.
Años más adelante, cuando es un hombre rico y viejo, llama a su abogado para consultarle sobre el mejor modo de repartir sus bienes. Después de explicarse un riguroso plan de finanzas, el tipo lo aprueba y el jurista le pide su correo electrónico para enviarle todos los detalles.
“Jamás he tenido correo, ni computadora y no pienso tenerlos. Envíeme las cosas por correo postal”, dice él. El abogado se queda anonadado.
“Si logro tanto sin esas herramientas, imagínese en donde estaría de haber contado con ellas”, le comenta.
El acaudalado hombre se limita a sonreír con ironía, antes de contestarle.
“Sería un conserje”.