Imagina que empieza a llover y las gotas que caen desde la atmósfera, no son tan limpias ni cristalinas como debería ser el agua de lluvia, sino negras como el carbón. ¿Te parece imposible? Pues esta semana ocurrió en cierto país europeo del que no se suele hablar demasiado.
Gran revuelo tuvieron los habitantes de la ciudad de Tallin, capital de Estonia, cuando del cielo observaron caer unos gruesos goterones negros. Muchos no daban crédito a lo que ocurría: una lluvia negra se precipitaba desde el cielo, envolviendo a la urbe en una extraña oscuridad.
Las redes sociales contaron con un amplio registro de lo que fue este fenómeno; otro que muchos no tardaron en tomar como una señal del Apocalipsis.
Sin embargo, la explicación es mucho más sencilla que eso.
Debido a los recientes incendios ocurridos en Portugal y España, y la llegada del huracán Ophelia a las costas de Irlanda, las corrientes de aire han arrastrado consigo una gran cantidad de polvo, cenizas e incluso partículas que provienen del desierto del Sahara. De hecho, este incidente ya había provocado la visión de un cielo rojo que aterrorizó a los habitantes de Reino Unido.
Ahora, se sabe que las cenizas condensadas en el aire son las responsables de esta lluvia negra en Estonia, que pese a todo no causó ningún daño, ni impidió la circulación normal de los coches en las calles. Contrario a los fenómenos naturales antes mencionados.
En Portugal, los incendios forestales han dejado a unas 70 persona heridas y lamentablemente, otras 37 han perdido la vida. Ophelia por su parte, terminó con un saldo de tres muertos en tierras irlandesas. Al igual que América, parece ser que Europa también ha tenido su dosis de desastres.
Esperemos que las cosas no tarden en volver a la normalidad.