Durante la década de los 50, las construcciones en vertical se convirtieron en la solución más viable para ir a la par del incremento de la población, especialmente en zonas como Tlatelolco en Ciudad de México, que constantemente se volvían más concurridas. Aquí, existe hasta el día un rascacielos que se destaca de los demás tanto por su tamaño como por su curiosa forma en forma de punta y su diseño fuera de lo normal. Se trata de la Torre de Banobras, una construcción histórica.
Bautizada originalmente como Torre Insignia, en 1958 se comenzó con su edificación, la cual estuvo a cargo del arquitecto Mario Pani, quien apostaba por el funcionalismo en cada uno de sus proyectos. Pese a todo, no se terminó de erigir sino hasta 1962, año en que por fin fue inaugurada.
Algo muy curioso respecto a ella, es que desde el inicio fue provista con lo último en material y planificación anti-sísmica, ya que el área en donde se encuentra es muy conocida por ser más proclive a los temblores.
Desde sus inicios, la Torre de Banobras fue designada como sede de oficinas administrativas de la Unidad Habitacional Nonoalco Tlatelolco.
Después de la Torre Latinoamericana, se convirtió en el segundo edificio más alto de México. Con una altura de 127 metros, un carrillón de 26 toneladas de peso en la cima y 25 pisos en los que se distribuyeron despachos, pocos saben que la construcción fue un obsequio del gobierno de Bélgica.
En el 2007 fue comprada por Banobras y se convirtió en el Corporativo Tlatelolco. Tras el funesto terremoto del 85, sin embargo, fue completamente abandono y no se reactivó su uso sino hasta el 2011, en que una empresa estadounidense se encargó de remodelarla.
Hoy, es ocupada por la Secretaría de Educación Pública y la Universidad Nacional Abierta a Distancia de México.