Nosy Mangabe es una isla que se encuentra en la bahía de Antongil, a solo un par de kilómetros de Madagascar. Se caracteriza por tener una densa vegetación y estar totalmente deshabitada por seres humanos. Aun así, ha llamado la atención de muchos turistas debido a una particularidad que se remonta a cientos de años atrás: sus piedras postales.
Todo comenzó en el siglo XVI, cuando los barcos holandeses transitaban por las aguas del Cabo de Buena Esperanza. Nosy Mangabe era una parada habitual, pues aquí los marineros podían recoger agua dulce en abundancia o recuperarse de las enfermedades de altamar.
Mientras caminaban por la playa, muchos tomaron la costumbre de grabar en las piedras sus nombres, el de los barcos en los que habían llegado y la fecha. Esto dio inicio a un curioso sistema de mensajería que se mantuvo por largo tiempo.
Cada vez que un barco nuevo llegaba a la isla, era seguro que habría una nueva inscripción en alguna de las rocas. Otros marineros además, comenzaron a escribir cartas que metían en lienzos con alquitrán para que fueran impermeables, y luego los enterraban bajo las piedras. Así cuando otros navíos se detenían en la delta podían recogerlas y enviarlas al destinatario.
Para el año 1600 no obstante, la tradición de dejar mensajes decayó al ver que estos no siempre se entregaban.
En la década de los 20 se descubrió un gran número de “piedras postales”, lo que incrementaría la fama del lugar en años posteriores. La exploración más reciente data del 2012, cuando un grupo de investigadores australianos de la Universidad de Flinders, halló más.
Hoy en día, varios museos de Ciudad del Cabo exponen algunas de estas maravillosas piedras mensajeras. Sin embargo, Nosy Mangabe sigue siendo el único punto donde es posible apreciarlas in situ.