La sonrisa de ese chico le alegró el día entero.Una universitaria compartió la terrible y al mismo tiempo, maravillosa experiencia que le ocurrió en el supermercado en donde suele hacer sus compras.
Allí es donde trabaja un joven con Síndrome de Down, que se encarga de empacar las cosas para los clientes. Ella comenta que siempre que pasa por su caja, él es muy cuidadoso al momento de embalar sus víveres.
Pero un día, sucedió lo siguiente.
—¿Desea esta? —le preguntó el chico al estar empacando su comida, mientras tomaba una de las bolsas que llevaba. La muchacha se percató de que había un hoyo en la misma.
—No gracias, mejor usa esta otra.
Una mujer que esperaba tras ella, se dirigió a los dos de mal talante.
—Por Dios, ¡apúrense!
—Acabo de pagar, él no ha hecho nada malo.
—Ah, entonces tú eres tan lenta como él. Demonios, ¡todas las personas “especiales” como ustedes deberían dejar de importunar a la gente normal!
—Señora, ella es lista, va a la Universidad —intervino el joven señalando el logo de la camiseta de la chica.
Ella a su vez, lo defendió diciendo que era el empleado más eficiente cuidadoso al empacar las cosas. Cuando se dispuso a tomar sus cosas para irse, pudo escuchar como la mujer le espetaba “mongolo” al muchacho, con un tono de voz de lo más ofensivo.
Fue entonces cuando el cajero le dijo:
—Señora, no vamos a darle servicio por discriminar a un buen empleado. Deje su compra aquí, ya la regresaremos a los estantes. Haga el favor de retirarse.
La mujer entró en cólera y armó tal escándalo, que tuvieron que llegar los guardias de seguridad para contenerlas. El chico con Síndrome de Down miró a su clienta habitual, avergonzado.
—¿Regresará la semana que viene? —preguntó, preocupado.
—Claro que sí —respondió ella.