Existe un arte con el que nos hemos topado más veces de las que es posible imaginar, y que tiene su origen en una civilización tan remota como lo era la de la Antigua Grecia.
Se conoce como jardín topiario, a aquel en el que los setos podados adoptando formas de personas, animales, figuras y todo tipo de esculturas que puedan hacerse a partir de una planta con espeso follaje.
Este estilo de ornamentación no solo permitía embellecer un jardín, sino también establecer un orden por medio de áreas y caminos que seguían una estructura de líneas rectas. Fue esta costumbre la que abrió paso a la creación de los exquisitos laberintos que hemos visto en muchas películas y construcciones envidiables.
Si bien en la Grecia antigua fue cuando se le empezó a conceder mayor importancia a la poda de los arbustos; existen registros que indican que esta práctica resurgió durante el mismísimo Imperio Romano, extendiéndose por todo el continente europeo hasta la llegada de la Edad Media.
Por aquel entonces, los claustros fueron un exponente principal de esta manera de ornamentación.
Tiempo después, serían los jardines franceses los principales en recabar lo mejor de las técnicas de tamaña disciplina.
En ellos, era común ver el trazado de parterres surgiendo desde un punto central, y abarcando las áreas verdes de palacios y residencias.
Hoy en día, el jardín topiario prevalece en las esculturas de animales y tantas otras que son un clásico dentro de dicho ámbito artístico, como los árboles modelados en cortina y los tejos cónicos.
El modelo incluso ha pasado de ser exclusivo de castillos y mansiones, para pasar a decorar numerosos sitios públicos y jardines convencionales.
Aunque son pocas las personas capaces de transformarlos en una obra digna de contemplar.
¿Te gustaría hacerte un experto en poder esta clase de figuras?