Una orografía muy complicada y unas temperaturas extremas caracterizan el territorio ruso, que cuenta con más de 17 millones de kilómetros cuadrados de superficie salpicados de pequeñas aldeas con muy pocos habitantes. Todos ellos precisan desplazarse a las ciudades cercanas para acceder a servicios tan básicos como la sanidad o la educación.
La historia de Karina Kozlova, una niña de 14 años que vive con sus padres en la pequeña aldea de Poyakanda, es el ejemplo de que, con un poco de voluntad, se pueden conseguir pequeños grandes logros.
El tren regular que cubre la ruta entre San Petersburgo y Murmansk dejó de realizar su parada en el pueblo porque no había demanda. Durante años Karina acudía al colegio de Zelenoborsky, el más cercano que está a 42 kilómetros, junto a su abuela y a otros niños de su mismo pueblo, pero ahora ella es la única colegiala que queda y las alternativas para llegar hasta allí eran muy escasas.
De hecho, solamente podía llamar a un taxi o usar el servicio de tren para trabajadores ferroviarios que le obligaba a salir de casa a las 7:30 para regresar más tarde de las 21:00, después de andar 500 metros expuesta a las gélidas temperaturas.
La operadora monopolística de todas las líneas ferroviarias de Rusia, RZhD, se ha solidarizado con Karina y su familia al conocer la situación, tal y como recoge el diario ruso Gudok, así que el tren volverá a parar en Poyakanda para que la pequeña pueda acudir a la escuela y regresar a su casa con tiempo suficiente para hacer sus deberes y disfrutar de la tarde.
Para RzhD tampoco supone un gran coste adicional el recuperar esa parada, explican. Además, detener el tren durante algunos minutos en un trayecto que dura casi un día no significará un retraso importante para el resto de viajeros y sí que representa un alivio para la familia de Karina.