El Porfiriato fue una época llena de injusticias pero también de constantes avances, gracias a los cuales hoy podemos disfrutar de muchas joyas arquitectónicas en la Ciudad de México. El aquel entonces presidente Porfirio Díaz, tenía la intención de convertir a la capital en el París de las Américas, un sueño para el cual mandó a construir elegantes edificios y monumentos al estilo europeo, que sin embargo se vieron suspendidos con la llegada del movimiento revolucionario.
Estas, son las tres obras que Don Porfirio no alcanzó a concluir y se terminaron hasta varios años después.
El Palacio de Bellas Artes
Inició en 1905 como el nuevo Teatro Nacional; una construcción que el entonces presidente creyó que se demoraría tan solo cuatro años. No obstante, con la llegada de la Revolución quedó interrumpida y no fue sino hasta treinta años más tarde que se convirtió en Bellas Artes.
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Fue el arquitecto Federico Mariscal quien terminó la obra iniciado por el italiano Adamo Boari, resultando en una mezcla de estilos que para bien o mal, es icónica en la capital.
El Paseo de la Reforma
Iniciado en 1902, se tenía proyectado como una avenida tipo francesa, con monumentos que relataran la historia mexicana. La Columna a la Independencia (o el Ángel, como se le conoce popularmente), fue el único detalle que Porfirio Díaz alcanzó a inaugurar, el 16 de septiembre de 1910.
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El Monumento a la Revolución
Se empezó como un palacio legislativo, con grandes columnas y cúpulas europeas diseñadas por Emile Bernard. Díaz puso la primera piedra el 23 de septiembre de 1910, pero más tarde se suspendió y luego quisieron demolerlo todo.
Fue Carlos Obregón Santacilia, arquitecto mexicano, el que propuso hacer el Monumento a la Revolución en 1933, aprovechando la estructura existente. El mismo se inauguraba oficialmente cinco años más tarde.